- Debes conocer a tu
audiencia, a quién vas a dirigirte. Esto te ayudará a plantear el contenido y
la estructura de tu exposición.
- Debes conocer muy
bien el tema que vas a desarrollar pues, de ese conocimiento, surge la
confianza. No dudes.
- Tienes que
ensayar, ensayar, ensayar, ensayar, ensayar… y ensayar en casa. Puedes pedirle
a alguien de la familia que te escuche y, si no es posible, practica frente a
un espejo o grábate con un teléfono o con una cámara.
- Intenta controlar tus nervios: inspira profundamente y
expira con calma, tensa los músculos de tu cuerpo (por ejemplo, las manos) y
luego relájalos, bebe un poquito de agua antes de empezar tu exposición…
- Debes controlar el tiempo y adaptarlo a tu exposición, que
no sea ni demasiado extensa ni demasiado breve.
DURANTE LA
EXPOSICIÓN.
- Presentación:
saludo inicial.
- Introducción:
presentación, muy clara y directa, del tema y de los distintos apartados de que
constará tu exposición (si quieres, puedes mostrar una imagen con el esquema y tenerlo
presente durante toda tu intervención).
Otras variantes de la introducción
pueden ser:
o formular un
pregunta retórica relacionada con el tema: ¿Para
qué sirve la lengua?;
o presentar una
declaración sorprendente: un personaje, sacerdote, creado por el padre Feijóo, inició
su sermón diciendo Dios no existe;
o citar una frase
motivadora, o un fragmento, de un texto;
o
o comenzar con una
anécdota.
- Cuida tu lenguaje
corporal: posición del cuerpo, movimiento de las manos, gestos de la cara (en
este sentido, muestra un gesto amable y, si el tema lo permite, hasta
sonriente).
Muy importante, evita los movimientos involuntarios:
mantén los pies firmes sobre el suelo para no balancearte; no metas las manos en los bolsillos; intenta no morderte los labios; no te toques el pelo, o la barbilla o aprietes tus manos (un truco es sostener en ellas fichas con las palabras o expresiones clave
de tu intervención o, si no quieres usarlas, coger un bolígrafo).
- Mantén contacto visual con el público, sin intentar mirar a todo el mundo: lo ideal es dirigir la mirada a determinadas personas durante dos o tres segundos.
- Mantén contacto visual con el público, sin intentar mirar a todo el mundo: lo ideal es dirigir la mirada a determinadas personas durante dos o tres segundos.
- Adapta tu lenguaje
al público al que te dirijas: ni tan elevado que no te entiendan, ni tan simple
que te rechacen.
- Elijas un registro
lingüístico u otro, habla siempre con corrección.
- Tu exposición debe
ser cohesionada en sus diversas partes y coherente. En este sentido, no te
olvides de usar una variedad de conectores.
- No abuses de las oraciones muy
largas, subordinadas. Recuerda que el público te está escuchando y, con ese
tipo de oraciones, puede “perderse”.
- No abuses tampoco de las siglas
y, si no son muy conocidas, explícalas.
- No
alargues las vocales: eeeeeh, bueeeeno.
- No
repitas constantemente la misma expresión o la misma palabra: utiliza
sinónimos.
- Cuida
el volumen de tu voz: ni tan bajo que no se te oiga, ni tan alto que dejes
sorda a tu audiencia. Intenta variar tu tono de voz, que no resulte monótono.
- Controla el ritmo de tu discurso, ni muy rápido ni muy lento.
- Vocaliza bien, se te debe entender.
- Utiliza el humor,
la ironía, son elementos que una audiencia siempre agradece. Pero no intentes a
toda costa ser gracioso/a, puede ser muy arriesgado.
- Usa ejemplos, pues
de esta manera práctica se entenderá mucho mejor tu discurso.
- Puedes ayudarte de
recursos audiovisuales, pero no abuses de ellos, no mueras por power point.
- Intenta siempre
mantener la atención del público, observa sus reacciones para no caer en el
aburrimiento.
- Conclusión: resume
el contenido expuesto.
Otras variantes pueden ser:
o
lanzar un reto o
exponer una petición: Defendamos y
cuidemos nuestra lengua;
o
reproducir o citar
un texto;
o
o cerrar con una
frase persuasiva: En todo momento y
ocasión, dale a la lengua.
DESPUÉS DE LA EXPOSICIÓN
- Puedes motivar al
auditorio para que realice preguntas o plantee alguna duda que pueda tener.
- Y, como despedida,
debes agradecer al público la atención que ha prestado.
Tus miedos y tus nervios ante una exposición oral son normales y mucho más comunes de lo que crees. Como muestra, puedes leer este artículo de una gran escritora española, Rosa Montero, una mujer que debe hablar casi constantemente en público. Seguro que te identificarás totalmente con ella.
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